Sabes lo que son las mitocondrias. Sí. Esas pequeñas estructuras dentro de nuestras células que generan energía. Se las conoce como las centrales de energía de la célula porque convierten el oxígeno y los nutrientes en adenosina trifosfato (ATP), la molécula de energía que propulsa casi todas las actividades celulares. Por tanto, es fundamental que la mitocondria esté sana para que cualquier tipo de célula pueda estar sana.

Este hecho es especialmente importante en las células del cerebro. El cerebro es una maquinaria de gran precisión que consume alrededor del 20% de la energía del cuerpo, a pesar de constituir solo alrededor del 2% de su masa. ¿Es un órgano asombroso no crees?

Conexión entre mitocondria y enfermedades neurodegenerativas

El estudio de las enfermedades neurodegenerativas, tales como la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson y la esclerosis múltiple, representan algunas de las condiciones más desafiantes en el campo de la medicina actual. ¿Y si te dijera que la mitocondria juega un papel crucial en estas enfermedades propias del envejecimiento? Vamos a desvelar esta conexión y descubrir cómo se entrelazan la disfunción de las «centrales energéticas» de nuestras células con la degeneración del sistema nervioso.

Cada vez hay más evidencia científica que sugiere que la disfunción mitocondrial, que guarda relación con el mismo proceso de envejecimiento, pero también está motivada por factores inflamatorios y medioambientales, como los tóxicos, precede y contribuye al desarrollo de enfermedades neurodegenerativas. Si las neuronas no tienen la energía suficiente para funcionar apropiadamente, comienzan a deteriorarse y morir como ocurre con las neuronas dopaminérgicas en la sustancia negra cerebral en la enfermedad de Parkinson, por ejemplo. Con ello comienzan a aparecer dificultades motoras, temblor en reposo, rigidez muscular, alteraciones del equilibrio y otros síntomas.

Impacto de la disfunción mitocondrial en las neuronas

Concretamente, si la mitocondria no puede trabajar, se producen las siguientes situaciones de riesgo a nivel intracelular:

  1. Producción de energía comprometida: las neuronas necesitan mucha energía para enviar señales a lo largo del cuerpo. Si las mitocondrias fallan, las neuronas no pueden funcionar correctamente y comienzan a resentirse los procesos de cognición, memoria y lenguaje. Además, poco a poco se disminuyen las capacidades para realizar las actividades básicas diarias como ocurre con la demencia, término amplio que abarca diversas condiciones como la enfermedad de Alzheimer.
  2. Estrés oxidativo: las mitocondrias disfuncionales pueden liberar especies reactivas de oxígeno, que son moléculas que dañan la célula.
  3. Alteración en la dinámica mitocondrial: el equilibrio entre la fusión y fisión de las mitocondrias es vital para su funcionamiento. Estos procesos aseguran la correcta eliminación de mitocondrias disfuncionales y la renovación mitocondrial para una correcta homeostasis. Cuando este se pierde, puede desencadenar procesos degenerativos.
  4. Deficiencias en el transporte mitocondrial: las neuronas son largas y las mitocondrias deben trasladarse a lo largo de ellas, si el transporte falla pueden producirse acumulaciones o deficiencias energéticas a lo largo de la neurona. El daño que se produce en los axones o terminaciones neuronales puede responder a la aparición y empeoramiento progresivo de la enfermedad de la esclerosis múltiple.

Envejecimiento consciente

No hay fórmulas mágicas para evitar el envejecimiento o las enfermedades propias de la edad, pero podemos hacer algo para prevenirlo o incluso retrasarlo. Nuestra actitud ante este hecho puede cambiar las cosas si nos enfocamos hacia una longevidad saludable.

Además de cuidar la dieta y nutrición consumiendo alimentos ricos en antioxidantes y nutrientes esenciales, hay que realizar un ejercicio regular, ya que el movimiento promueve la biogénesis o renovación mitocondrial y mejora la capacidad cognitiva. También, intentar manejar el estrés con estrategias como la meditación, puede ayudar a reducir el estrés oxidativo y por ende el daño mitocondrial. Por otro lado, no hay que olvidarse de nuestro gran aliado, el sistema inmune.

El sistema inmune juega un papel importante en la regulación mitocondrial, por lo que debe tenerse en cuenta al valorar enfermedades relacionadas con el agotamiento celular y desequilibrio energético, como es el caso de los procesos neurodegenerativos.

La puesta en marcha de un enfoque integrativo que regule y mantenga una buena respuesta inmune será clave para abordar e incluso prevenir un posible fallo en las mitocondrias. Para ello, la microinmunoterapia puede ser de gran ayuda ya que por su composición y uso de citoquinas se dirige a:

  • Regular la actividad inmune descontrolada provocada por la disfunción mitocondrial.
  • Optimizar la producción de energía celular a través de la regulación del metabolismo mitocondrial.
  • Modular la inflamación y el estrés oxidativo.
  • Apoyar al sistema inmune en la prevención y tratamiento de enfermedades crónicas.

Finalmente, gracias a las bajas y muy bajas dosis utilizadas en este tratamiento inmunorregulador, se garantiza una buena tolerabilidad de los tratamientos.

Con todo lo dicho hasta aquí, parece claro que, para cuidar de nuestra salud neuronal, es necesario también cuidar de nuestras mitocondrias y de su correcta dinámica. Prestar atención a los factores que pueden afectar a nuestras centrales energéticas es hoy sembrar las semillas para un futuro y un envejecimiento más saludable. ¡La salud de tu cerebro te lo agradecerá!

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