Nuestro organismo funciona gracias a una compleja red de comunicación entre sistemas. En este diálogo constante, el cuerpo produce una serie de sustancias tradicionalmente vinculadas al bienestar emocional: serotonina, endorfinas, oxitocina y dopamina. Estas moléculas no solo nos proporcionan placer, motivación y recompensa, sino que actúan como un mecanismo fisiológico para contrarrestar el estrés, el dolor o la frustración.

Para garantizar la homeostasis (el equilibrio interno de salud), lo ideal sería mantener una producción estable de estas sustancias. Sin embargo, su secreción fluctúa en respuesta a los estímulos del entorno. Esta variabilidad es importante, ya que la activación repetida de estos circuitos químicos tiene la capacidad de modular nuestro sistema inmunitario a largo plazo.

¿Qué es la dopamina?

Dentro de este grupo, la dopamina ha cobrado una relevancia especial. Aunque popularmente se asocia a la gratificación instantánea y al sistema de recompensa (vinculada al uso de redes sociales), biológicamente es mucho más que eso. Se trata de un neurotransmisor que interviene en la memoria y el aprendizaje, y desempeña un papel crucial, aunque menos conocido, en la modulación de la respuesta inmune.

Cada vez hay más evidencia científica respaldando que la dopamina no solo regula el estado anímico, sino que participa activamente en la vigilancia defensiva. Un desajuste en la señalización dopaminérgica puede comprometer la eficacia del sistema inmunitario, influyendo en la susceptibilidad a infecciones y en el desarrollo de diversas enfermedades inmunitarias.

Conexión de la dopamina con las células del sistema inmunitario

La interacción entre el sistema nervioso y las defensas del cuerpo se hace tangible a través de los receptores dopaminérgicos específicos. Estos receptores actúan como «puertos de entrada» situados en la superficie de las células inmunitarias, permitiendo que la dopamina se comunique directamente con las mismas.

Estas estructuras de entrada se encuentran presentes en:

  • Linfocitos T y B: claves para la inmunidad específica y la memoria.
  • Macrófagos: células encargadas de la limpieza y el ataque directo.
  • Células dendríticas: mensajeras que coordinan la respuesta inmunitaria.

Cuando la dopamina se une a estos receptores, ejerce un efecto inmunomodulador: tiene la capacidad de estimular o inhibir la actividad celular. Esto altera la producción de citoquinas (mensajeros inflamatorios), regulando así la intensidad de la respuesta para mantener el equilibrio y evitar reacciones desmedidas.

Acción de la dopamina en la inmunidad innata

La inmunidad innata es nuestra primera línea de defensa y, en ese aspecto, la dopamina actúa en varios niveles clave para orquestar la respuesta inmediata:

  • Fagocitosis: modula la capacidad de macrófagos y neutrófilos para detectar, engullir y eliminar patógenos.
  • Migración y maduración: influye en las células dendríticas, afectando su capacidad para madurar y desplazarse a los ganglios linfáticos para presentar antígenos.
  • Control inflamatorio: dependiendo del contexto, la dopamina puede promover o reducir el estado inflamatorio, actuando como un regulador necesario tanto para el inicio como para la resolución de los procesos infecciosos.

Acción de la dopamina en la inmunidad adaptativa

En cuanto a la inmunidad adaptativa (la defensa especializada), la dopamina ejerce una acción dual que busca siempre el equilibrio funcional:

  • Activación: puede estimular a los linfocitos T y B cuando están en reposo y se requiere una respuesta.
  • Inhibición: puede frenar a los linfocitos activos, previniendo respuestas autoinmunes o daño tisular.

Es especialmente relevante su influencia sobre los linfocitos B, donde regula la producción de anticuerpos y es fundamental para el asentamiento de la memoria inmunológica, asegurando una protección a largo plazo.

Dopamina: mediador entre el sistema nervioso e inmunitario

La dopamina se confirma así como una pieza maestra en el punto de encuentro entre nuestra mente y nuestras defensas. Su función nos demuestra algo fascinante: el sistema nervioso (nuestro cerebro y nervios) y el sistema inmunitario no son compartimentos estancos ni vecinos extraños, sino que mantienen una conversación constante para cuidar de nuestra salud.

Esta comunicación funciona como una carretera de doble sentido:

  • Del cerebro a las defensas: los nervios llegan físicamente hasta donde residen las células inmunitarias (como el bazo o los ganglios). Allí, liberan dopamina para transmitir mensajes sobre cómo nos sentimos o si estamos estresados, lo que pone en alerta o calma a nuestras defensas.
  • Entre las propias defensas: sorprendentemente, nuestras células inmunitarias son capaces de fabricar su propia dopamina. Utilizan este lenguaje químico para «hablar» entre ellas y coordinarse mejor ante una amenaza.

Esto explica por qué, cuando sufrimos estrés emocional, nuestras defensas pueden debilitarse, o por qué cuando estamos enfermos, nuestro estado de ánimo decae. Todo está conectado en lo que llamamos el eje neuro-inmuno-endocrino.

Para un enfoque como la microinmunoterapia, entender esta conexión global es clave. No basta con mirar las defensas de forma aislada; hay que entender el entorno en el que viven. Al buscar restablecer el equilibrio del sistema inmunitario, también estamos ayudando a recuperar la armonía de este diálogo vital entre el cuerpo y la mente.

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Dopamina y enfermedades inmunitarias

Cuando el diálogo entre el sistema nervioso y nuestras defensas no fluye correctamente, el equilibrio se rompe y puede dar lugar a diversas enfermedades. De hecho, se ha observado que las personas que sufren enfermedades inflamatorias crónicas suelen presentar alteraciones en el funcionamiento de la dopamina.

Esto no es una casualidad. Nos indica que, cuando la dopamina no actúa correctamente —ya sea porque sus niveles no son adecuados o porque los receptores no responden bien— se favorece la aparición o el avance de enfermedades autoinmunes como:

Conclusión

La salud no puede entenderse de forma fragmentada. La capacidad de la dopamina para modular la inmunidad nos recuerda la importancia de un enfoque integral: nuestro estado neurológico y emocional impacta directamente en nuestra capacidad defensiva. Mantener un sistema dopaminérgico equilibrado es, por tanto, una estrategia fundamental para sostener una inmunidad competente, capaz de reaccionar eficazmente ante las amenazas y, al mismo tiempo, respetar la propia integridad del organismo, base fundamental de la microinmunoterapia.

Bibliografía

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Post actualizado el 11 de diciembre de 2025.

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