Con el paso de los años, aumenta la sensación de que nuestro cuerpo ya no responde igual que antes: cuesta más recuperarse de una caminata, la piel tarda más en regenerarse tras una herida, el cansancio se acumula. Es fácil pensar que todo esto es parte inevitable de “hacerse mayor” y cierto es que nuestro cuerpo está programado para comenzar un envejecimiento fisiológico normal a partir de cierta edad. Sin embargo, existen procesos silenciosos en marcha que influyen mucho en cómo envejecemos. Uno de ellos es la inflamación crónica.
Cómo la inflamación acelera el envejecimiento
Sabemos que el envejecimiento tiene muchas caras: desgaste de los telómeros, inestabilidad del ADN, senescencia celular, problemas en la regeneración de tejidos o cambios en la microbiota intestinal. Todos estos factores se relacionan entre sí y, en muchos casos, la inflamación crónica está en el centro de esa red1.
Cuando la inflamación no se apaga del todo y se vuelve persistente, puede:
- Acelerar el desgaste de los telómeros, ya que los marcadores de inflamación TNF e IL-6 inhiben la acción de la telomerasa, la enzima que ayuda a que nuestras células se dividan correctamente2.
- Favorecer la producción de radicales libres, dañando directamente al ADN y otras moléculas vitales2.
- Alterar la autofagia, un mecanismo de limpieza celular clave que se ve afectado en enfermedades neurodegenerativas como Alzheimer o Parkinson3.
- Aumentar la acumulación de células senescentes, que dejan de cumplir su función y perjudican al tejido que las rodea.
- Modificar la microbiota intestinal y oral, promoviendo desequilibrios que se han asociado a la acumulación de proteínas dañinas en el cerebro, como la proteína B-amiloide4.
En resumen: la inflamación crónica no solo nos hace sentir cansados, también puede marcar el ritmo de nuestro envejecimiento.
¿Se puede hacer algo frente a la inflamación?
Aquí es donde entran en juego nuestras propias decisiones y la forma en que cuidamos el sistema inmunitario. Porque todo el mundo cree que la salud es algo que se tiene o no se tiene, pero nosotros pensamos que se cuida a diario.
Nuestro sistema inmunitario no es un mecanismo fijo: es algo sobre lo que podemos actuar. Lo hacemos cada día a través de los hábitos de vida, la alimentación, el manejo del estrés… y también con enfoques terapéuticos que buscan modular la inflamación, como la microinmunoterapia.
Cuando estamos sanos, el sistema inmunitario mantiene un equilibrio constante entre señales que encienden y que apagan la inflamación. En cambio con la edad, este equilibrio se rompe con más facilidad. Sabemos que el estrés crónico, infecciones mal resueltas o estilos de vida poco saludables pueden acelerar esa alteración.
La buena noticia es que tenemos la respuesta, y esa respuesta está en nuestro interior: apoyando y regulando el sistema inmunitario podemos frenar parte de ese proceso.
Claves prácticas para reducir la inflamación crónica y proteger tu sistema inmunitario
No se trata de buscar fórmulas mágicas, sino de sumar pequeños gestos que, mantenidos en el tiempo, tienen un gran impacto en nuestra salud:
- Mantener una alimentación rica en frutas, verduras y fibra.
- Evitar el exceso de azúcares y ultraprocesados.
- Dormir lo suficiente y mantener rutinas de descanso.
- Practicar actividad física moderada y regular.
- Aprender técnicas de gestión del estrés como respiración o meditación.
Estos hábitos no eliminan la inflamación por completo, pero sí ayudan a mantener la salud celular y el equilibrio del sistema inmunitario, reduciendo los efectos de la inflamación crónica sobre el envejecimiento.
Microinmunoterapia y envejecimiento: un enfoque inmunitario
Hoy sabemos que el sistema inmunitario es una diana prometedora en la prevención de un envejecimiento acelerado. En este contexto surge la microinmunoterapia, una forma de inmunoterapia a bajas dosis que utiliza citoquinas y otros mensajeros inmunológicos.
Al administrarse en dosis muy bajas, busca respetar y acompañar la respuesta inmunitaria, en lugar de forzarla. Así, puede ayudar a contrarrestar la inflamación crónica y a mantener un equilibrio que contribuya a una mejor calidad de vida con los años.
Dicho de otra forma: no se trata de “parar el reloj”, sino de darle a nuestro organismo herramientas para envejecer de forma más saludable.
Bibliografía
- Uyar B, Palmer D, Kowald A, Murua Escobar H, Barrantes I, Möller S, Akalin A, Fuellen G. Single-cell analyses of aging, inflammation and senescence. Ageing Res Rev. 2020 Dec;64:101156. doi: 10.1016/j.arr.2020.101156. Epub 2020 Sep 16.
- Baechle JJ, Chen N, Makhijani P, Winer S, Furman D, Winer DA. Chronic inflammation and the hallmarks of aging. Mol Metab. 2023 Aug;74:101755. doi: 10.1016/j.molmet.2023.101755. Epub 2023 Jun 15.
- Zhuang XX, Wang SF, Tan Y, Song JX, Zhu Z, Wang ZY, Wu MY, Cai CZ, Huang ZJ, Tan JQ, Su HX, Li M, Lu JH. Pharmacological enhancement of TFEB-mediated autophagy alleviated neuronal death in oxidative stress-induced Parkinson’s disease models. Cell Death Dis. 2020 Feb 18;11(2):128.
- Molinero N, Antón-Fernández A, Hernández F, Ávila J, Bartolomé B, Moreno-Arribas MV. Gut Microbiota, an Additional Hallmark of Human Aging and Neurodegeneration. 2023 May 10;518:141-161.
1 comentario
Desarrolláis una labor de divulgación muy interesante, me ha parecido un contenido de mucho valor para el paciente. Saludos,