Es la historia de nunca acabar para muchos padres: el niño se recupera de una otitis y, a los pocos días, vuelve con tos o fiebre. Si te suena familiar, no estás solo.

Según el grupo de Patología Infecciosa de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria, un niño con un sistema inmunitario normal puede sufrir una media de 6 a 8 infecciones al año durante sus primeros 10 años de vida.

Pero, ¿por qué sucede esto? La clave no siempre está en la «debilidad», sino en la inmadurez. En este artículo analizamos qué le ocurre al sistema inmune infantil y cómo podemos ayudarle a madurar correctamente.

¿Por qué mi hijo enferma constantemente en invierno?

Con la llegada del frío, no solo bajan las temperaturas. Aumenta la convivencia en espacios cerrados (guarderías, colegios) y la circulación de virus. Las infecciones ORL y de las vías respiratorias se disparan: gripe, faringitis, amigdalitis, otitis o bronquitis son las protagonistas.

La gran mayoría de estas infecciones tienen un origen viral, no bacteriano. Los culpables habituales que invaden nuestro organismo son:

Sin embargo, el virus es solo una parte de la ecuación. La otra parte es el estado del «terreno» que invade el virus: el sistema inmunitario del niño.

Entendiendo la inmadurez inmunitaria infantil

El sistema inmunitario infantil está en pleno desarrollo y necesita tiempo y estímulos para aprender a responder a los virus. No nace sabiéndolo todo, debe aprender a reconocer y atacar a los intrusos. Esta falta de experiencia se manifiesta en dos niveles:

1. Fallos en la primera línea de defensa (Inmunidad innata)

La inmunidad innata es la respuesta rápida e inespecífica. En los niños, esta muralla a veces presenta «agujeros»:

  • Barreras físicas: la piel y las mucosas tienen menos ácidos grasos y secreciones protectoras.
  • Microbiota: aún está en desarrollo. Una flora intestinal equilibrada es vital para «entrenar» a las defensas.
  • Células defensivas: elementos clave como el sistema del complemento (vital para la primera reacción ante un ataque) aún no funcionan de manera plenamente eficiente durante el primer año. Además, células como los neutrófilos o las Natural Killer pueden trabajar a menor ritmo (hipofunción).

2. Una respuesta especializada aún lenta (Inmunidad adaptativa)

La inmunidad adaptativa, es la respuesta que se guarda en la memoria del sistema para el futuro.

  • De 0 a 6 meses: el bebé vive de «prestado» gracias a los anticuerpos maternos (placenta y lactancia).
  • A partir de los 6 meses: los anticuerpos maternos desaparecen y el niño debe fabricar los suyos. Es una ventana de vulnerabilidad crítica.
  • Linfocitos T y B: aunque los niños tienen muchas células B (producen anticuerpos, pero solo tras su activación), estas aún no colaboran eficazmente con los linfocitos T (los directores de orquesta). El resultado es una acción antiviral más lenta y una menor producción de citoquinas defensivas.

¿Qué hacer ante las infecciones recurrentes?

El objetivo no es meter al niño en una burbuja, sino darle herramientas para defenderse mejor. Los expertos en pediatría recomiendan un enfoque integral:

  • Higiene básica: lavado de manos frecuente (la principal vía de contagio).
  • Estilo de vida: asegurar horas de sueño reparador y una hidratación constante para mantener las mucosas húmedas. Además, una alimentación rica en micronutrientes es esencial. Vitaminas como la D (cuyos niveles suelen bajar en invierno por la falta de sol) y la C, junto con minerales como el Zinc o el Selenio, actúan como cofactores necesarios para que las células inmunitarias funcionen correctamente.
  • Uso racional de medicamentos: evitar el uso sistemático de antibióticos. Recordemos que la mayoría de infecciones son víricas, y los antibióticos no solo no curan los virus, sino que pueden alterar la microbiota intestinal aún en formación, reduciendo su diversidad e interfiriendo con el desarrollo del sistema inmunitario. Esto, en efecto, se relaciona con otros problemas a largo plazo.
  • Ambiente saludable: evitar la exposición al humo del tabaco (tabaquismo pasivo) y ventilar las habitaciones a diario es crucial. El humo irrita las mucosas respiratorias, debilitando esa primera barrera de defensa y facilitando la entrada de virus.

El papel de la microinmunoterapia en pediatría

Muchos padres buscan herramientas adicionales que acompañen el proceso natural de maduración del sistema inmunitario y, particularmente, que les ayuden a sobrellevar y minimizar el impacto de esas infecciones que con tanta frecuencia cogen los más pequeños.

En este contexto, la microinmunoterapia es una modalidad de tratamiento que te propone una mirada distinta: en lugar de «tapar» el síntoma, aboga por enseñar y entrenar al sistema inmunitario.

La microinmunoterapia se basa en la utilización de citoquinas y otros mediadores (las mismas moléculas que usan las células inmunes para comunicarse) en dosis muy bajas, para modular la respuesta, sin forzarla. Esto la convierte en una opción terapéutica respetuosa con la biología del niño.

¿Cómo ayuda este enfoque en niños?

  • ​Acompaña la maduración inmunitaria: durante los primeros años, la inmunidad innata y adaptativa aún están aprendiendo a coordinarse. La microinmunoterapia busca apoyar esos procesos temporales de inmadurez para que la respuesta frente a virus sea más eficiente.
  • Modula sin sobrecargar: al emplear moléculas que el organismo ya utiliza para comunicarse, se evita intervenir de manera agresiva.
  • Facilita una respuesta más organizada ante los virus: puede ayudar a que el sistema inmunitario reaccione de forma más rápida y eficaz cuando el niño entra en contacto con los patógenos más frecuentes.
  • Prevención de recaídas: al mejorar el “terreno”, el objetivo es disminuir la secuencia de infecciones consecutivas tan habitual en guarderías y primeros cursos escolares.

Si tienes la sensación de que tu hijo encadena una infección tras otra, consulta con un profesional de la salud para evaluar el estado de su inmunidad y valorar opciones como la microinmunoterapia para acompañar su maduración inmunitaria.

Bibliografía

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