Prevalencia del COVID persistente infantil

El Long COVID puede definirse como un conjunto complejo de síntomas que persisten más de 3 meses después de haber pasado el COVID-19, afectando negativamente a nuestra calidad de vida, y sin otra causa aparente que pudiera explicarlos.

En los niños y adolescentes, se conoce que la infección aguda suele cursar de forma asintomática o con síntomas muy leves, y existe de forma general un bajo porcentaje de hospitalización. Sin embargo, estudios recientes reconocen que, en función de la variante del virus, hay una proporción de niños infectados que puede desarrollar diferentes formas de síndromes post-COVID, y parece que esto podría estar relacionado, en parte, con alteraciones de su respuesta inmunitaria.

Síntomas o secuelas del Long COVID en niños

Las secuelas descritas con mayor frecuencia en los niños han sido fatiga y malestar tras la realización de alguna actividad, congestión nasal, dolor de cabeza, trastornos del sueño, dificultades de concentración y cambios de humor, trastornos intestinales (dolor abdominal, náuseas, falta de apetito), erupciones cutáneas, dolor muscular y de articulaciones, y alteraciones a largo plazo del olfato y gusto.

Habitualmente estos síntomas no se presentan de manera aislada sino como un paquete de quejas variadas que acompañan a los niños durante mucho tiempo, y que puede afectar su asistencia escolar.

Factores de riesgo de COVID persistente en jóvenes

A la vista de los datos: la edad, el dolor muscular al ingreso y el ingreso en UCI se asociaron significativamente con COVID prolongado en niños y adolescentes.

Parece lógico suponer que una infección grave provoca una respuesta inmunitaria más importante y una mayor tormenta de citoquinas, en consecuencia, mayor daño a los órganos (corazón, pulmones, etc.), además conlleva un tratamiento medicamentoso más agresivo (antibióticos, corticoides, etc.,) que pueden ser motivo de la aparición de efectos secundarios que dejen secuelas a largo plazo.

Causas del COVID de larga duración

La hipótesis actual es que el COVID persistente no se debe a un único factor, sino que en realidad se debe a un conjunto de alteraciones como la reactivación de virus herpes (como el herpes zóster o el virus de Epstein-Barr), desequilibrios de la respuesta inmunitaria del cuerpo, disbiosis intestinal, alteraciones de vías metabólicas, latencia viral e inflamación y disfunción endotelial.

Tratamiento del COVID persistente en niños

Abordar los diferentes ejes de alteración en las estrategias terapéuticas que se ponen en marcha es clave para ayudar a niños y jóvenes a recuperar su calidad de vida y sus actividades habituales. Entre estos, es evidente que la presión a la que el sistema inmunitario de los niños ha sido sometido afecta en estos casos negativamente a su salud. Por eso, reequilibrar el sistema inmunitario junto con aliviar los síntomas existentes es clave en el tratamiento.

En este sentido, enfoques terapéuticos como la microinmunoterapia, dirigida a restaurar y normalizar la reacción inmune, son de gran interés. La microinmunoterapia, a través de sus diferentes fórmulas, puede ser recomendada por el profesional sanitario en el tratamiento del Long COVID con diferentes objetivos de apoyo inmunitario, como por ejemplo: contrarrestar una respuesta inflamatoria exacerbada, hacer frente a las reactivaciones virales, o corregir deficiencias.

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