El Factor de Crecimiento Transformante β (TGF-β) es una proteína que pertenece a la superfamilia de los factores de crecimiento y que presenta multitud de funciones. Entre ellas, destaca su papel en la regulación de la proliferación y diferenciación de varios tipos celulares, pero también de la respuesta inmunitaria. De hecho, debido a la importancia de estos procesos, alteraciones en la producción de esta citoquina pueden ocasionar distintas enfermedades.

Varios tipos de células inmunes, tales como linfocitos, macrófagos y células dendríticas sintetizan el TGF-β.

Funciones del TGF-β

Las respuestas que puede inducir el TGF-β son muy variadas, y dependen del tipo de célula sobre la que actúe, de su grado de desarrollo, y de las otras citoquinas que pueda haber en ese entorno. Precisamente, se ha visto que, de forma general, el TGF-β es capaz de inhibir el crecimiento celular, ayudando a evitar el desarrollo de procesos tumorales. Sin embargo, cuando existen alteraciones en su producción, si hay presencia de mutaciones, o si cambian las características de las células como consecuencia de la progresión del tumor, puede perder su efecto y pasar a actuar como un factor prooncogénico.

En lo que respecta al papel que desempeña esta citoquina en procesos inmunitarios, se ha descrito que tiene una función inmunosupresora y antinflamatoria. De hecho, es importante en la resolución de la inflamación y regreso al estado “normal” (homeostasis). Si no se produce adecuadamente, puede persistir la activación inmunitaria, favoreciendo el daño al tejido y la aparición de enfermedades autoinmunes. Esto se debe a su capacidad de potenciar la supervivencia de un tipo de células T denominadas células T reguladoras (Treg). Estas células están implicadas en el proceso conocido como “tolerancia inmunitaria”, que evita que el sistema inmune reconozca moléculas propias. Así pues, deficiencias en el TGF-β están relacionadas con una reducción en el número de células Treg y con el desarrollo de enfermedades autoinmunes.

En resumen, el TGF-β es una citoquina esencial para el correcto funcionamiento celular e inmune, y su modulación es imprescindible para evitar el desarrollo de desórdenes inmunitarios.

Bibliografía

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