Conviene empezar remarcando que hay muchos tipos de depresión, lo cual convierte este enfermedad en un fenotipo muy pleomórfico y heterogéneo. Dichas diferencias se deben tanto a características intrínsecas de la enfermedad como a la diversidad de criterios empleados en los estudios que analizan este trastorno.

“Suele ser difícil de tratar, en parte, porque sus causas siguen siendo objeto de debate”.

En las últimas décadas se han realizado progresos notables en el tratamiento (farmacológico y no farmacológico) de este trastorno mental. Aun así, todavía son muchos los pacientes, al menos una tercera parte, que no responden a las terapias y fármacos convencionales.

Por este motivo es importante conocer y comprender todavía mejor y con más detalle las bases genéticas, moleculares, celulares… detrás de esta enfermedad mental. En definitiva, entender mejor los mecanismos fisiopatológicos para que podamos encontrar mejores soluciones terapéuticas.

La inflamación: su papel en la depresión

Los datos recientes parecen indicar que, en un número notable de casos, detrás del origen de la depresión no se hallan las causas más comunes (experiencias emocionales traumáticas) sino un estado de inflamación subyacente continuo. Este descubrimiento concuerda con la visión holística de la medicina, en la cual existe una estrecha interrelación entre el cuerpo y la mente.

“Hay que abandonar la idea de que los trastornos del cuerpo (material) «pertenecen» a los médicos, mientras que los de la mente (inmaterial) «pertenecen» a los psicólogos y psiquiatras” (Edward Bullmore).

Uno de los pioneros de esta nueva línea de investigación, el psiquiatra Edward Bullmore, explica en su libro “The Inflamed Mind” que la puerta hacia esta nueva interpretación de la depresión empezó a abrirse cuando se descubrió que la barrera hematoencefálica era menos impenetrable de lo que se suponía.1 Diversas investigaciones demostraron que algunas proteínas del cuerpo, entre ellas las citoquinas proinflamatorias, podían llegar al cerebro.

Estudios recientes han demostrado que una vez que han entrado en el cerebro, las citoquinas repercuten sobre nuestro estado de ánimo. Lo hacen alterando el metabolismo de múltiples neurotransmisores, como la serotonina, la dopamina y el glutamato, al influir en su síntesis, liberación y recaptación.2

Estas alteraciones afectan a los circuitos neuronales, especialmente de determinadas zonas del cerebro como los ganglios basales y el córtex cingulado anterior. Los ganglios basales controlan el movimiento y córtex cingulado anterior desempeña un papel importante en una amplia variedad de funciones autónomas (regulación de la presión sanguínea y el ritmo cardíaco), funciones cognitivas racionales y también las emociones. La afectación de estas zonas provoca por lo tanto cambios significativos en la actividad motora y la motivación, así como en la ansiedad, la excitación y la alarma.

Además, otras observaciones fundamentales de los últimos años parecen indicar un papel de la inflamación en la depresión.3,4 Estas son:

  • Los pacientes con enfermedades inflamatorias son más propensos a la depresión.
  • Aproximadamente un tercio de personas con depresión (sin otras patologías) muestran elevados biomarcadores inflamatorios periféricos y los científicos piensan que forma parte del proceso causal.
  • La administración de medicinas antiinflamatorias mejora, en ocasiones, el estado de ánimo de pacientes deprimidos y a nivel neuronal se observan cambios bastante destacados en el circuito neuroquímico del cerebro.

¿De dónde viene la inflamación que puede originar la depresión?

Si bien es cierto y está bien documentado que el estrés y las experiencias traumáticas pueden desencadenar inflamación y/o depresión, también hay otros factores, no emocionales, que influyen sobre el estado de inflamación basal en el organismo y en los cuales se ha observado una asociación con la depresión.

Diversos estudios indican que uno o más de los siguientes factores, a menudo junto con un sistema inmune mal regulado y/o deficiente, pueden causar inflamación en el cuerpo y alterar, en consecuencia, el estado de ánimo.5

  • La dieta: son numerosos los estudios que documentan la influencia de la dieta sobre la inflamación. Así por ejemplo una mayor ingesta de verduras y frutas, cereales integrales, pescado y legumbres (típica de la dieta mediterránea), forman parte de una dieta antiinflamatoria que se asocia a una reducción de las concentraciones plasmáticas de marcadores inflamatorios (como la Proteína C Reactiva (PCR) y la Interleuquina 6 (IL-6)). Por el contrario, un patrón poco saludable con un alto contenido en carnes rojas y procesadas, carbohidratos refinados y otros alimentos procesados tiene un efecto proinflamatorio y por lo tanto se asocian a un aumento de los marcadores inflamatorios.
  • El ejercicio físico: un estudio realizado por investigadores de la University College London concluyó que hacer ejercicio tres veces por semana reduce el riesgo de desarrollar una depresión en un 16%, y que por cada sesión de deporte adicional, las probabilidades se reducen en un 6% más. El deporte puede ser uno de los mejores aliados contra los trastornos depresivos, tanto para su prevención como su curación, probablemente gracias a su efecto antiinflamatorio. El ejercicio habitual disminuye la inflamación sistémica a través de la adaptación homeostática ya que gracias a su práctica conseguimos:
    • Disminuir comportamientos neuróticos y del patrón A, es decir, la fase donde empezamos a desarrollar un estado mental negativo.
    • Aliviar la tensión neuromuscular.
    • Rebajar los latidos del corazón en un estado de reposo.
    • Segregar hormonas del bienestar.
  • La obesidad es en sí un estado inflamatorio y en las células adiposas abundan las citoquinas inflamatorias.
  • El tabaco: el humo de los cigarrillos contiene muchas sustancias químicas (radicales libres, metales, alquitranes…) que inducen respuestas inflamatorias en los tejidos corporales.
  • El intestino permeable: es una alteración de la pared del intestino delgado que permite el paso de sustancias y microorganismos del interior del intestino a los ganglios linfáticos mesentéricos e incluso al torrente sanguíneo. Allí, tanto las sustancias como los microorganismos (especialmente las bacterias gram negativas) desencadenan una respuesta inmunitaria que puede impulsar procesos inflamatorios.
  • Las alergias: como hemos explicado en entradas anteriores, en personas susceptibles, la exposición a alérgenos comunes, induce una respuesta elevada de IgE que conduce al desarrollo de síntomas alérgicos, como asma, o rinitis alérgica/fiebre del heno. La respuesta alérgica es una respuesta inflamatoria y existen numerosos estudios que asocian las alergias a un mayor riesgo de depresión clínica y de sintomatología depresiva en el ámbito clínico.
  • Las enfermedades autoinmunes: se ha observado una mayor prevalencia e incidencia de la depresión en pacientes con enfermedades autoinmunes como la enfermedad inflamatoria intestinal, la artritis reumatoide, la psoriasis, el lupus eritematoso sistémico y la esclerosis múltiple. Se baraja para este tipo de enfermedades la posibilidad de que el sistema inmunitario no solo provoque la inflamación de los órganos afectados, sino que también es responsable de las anomalías de comportamiento, como la fatiga y los síntomas de depresión.
  • Los problemas dentales: la enfermedad periodontal se asocia con altos niveles de inflamación sistémica y puede ser un marcador de la incapacidad del sistema inmunitario para resolver dicha inflamación. Por lo tanto, estos efectos inflamatorios sistémicos de la enfermedad periodontal pueden potenciar los síntomas depresivos.
  • El sueño: si bien ya se sabe desde hace tiempo, en los últimos años muchos estudios han descubierto el papel regulador vital del sueño en una serie de sistemas fisiológicos y psicológicos. Tanto la privación de sueño crónica como la aguda se asocian a la alteración del funcionamiento inmunitario celular y natural y a un aumento de determinadas citoquinas proinflamatorias.

Si bien uno o varios de estos factores pueden observarse en pacientes con depresión, aún faltan por comprender en mayor detalle los mecanismos que median o moderan la co-ocurrencia con la depresión y su transcurso.4,6,7,8

Conclusión

La comprensión de las bases inmunológicas de diversas enfermedades ha revolucionado el tratamiento de muchas de ellas, como el cáncer y los trastornos autoinmunes. El conocimiento de las últimas décadas parece indicar que los procesos inmunológicos también pueden desempeñar un papel fundamental en el desarrollo y el mantenimiento de los trastornos psiquiátricos.9 Consecuentemente, abre una nueva vía de estrategias novedosas para prevenir y tratar este tipo de enfermedades mentales.4

“La depresión no es solo un desorden de la mente, ni siquiera solo un desorden del cerebro, sino de todo el cuerpo”.

Si bien es cierto que la comprensión y el conocimiento de las bases inmunológicas de las enfermedades psiquiátricas todavía se halla en sus inicios, parece indicar que se trata de un desequilibrio sistémico y no orgánico. Es por ello que estrategias como la microinmunoterapia pueden ayudar a mejorar la calidad de vida en la depresión, siendo parte de la estrategia de tratamiento de estos trastornos. Lo que conseguimos con esta inmunoterapia a bajas dosis es recuperar la homeostasis inmunitaria y, por ejemplo en estos casos de depresión, hacer que nuestro sistema inmune sea capaz de disminuir una posible inflamación.

Una pregunta se plantea ya en las investigaciones actuales en la depresión, la cuestión del huevo y la gallina: ¿es antes la inflamación o la depresión?

Bibliografía

  1. Depression: the radical theory linking it to inflammation. Nature, Books & Arts. 2018. [Consultado el 24.05.2021]. Disponible en: https://www.nature.com/articles/d41586-018-05261-3.
  2. Miller AH, Haroon E, Raison CL, Felger JC. Cytokine targets in the brain: impact on neurotransmitters and neurocircuits. Depress Anxiety. 2013 Apr;30(4):297-306.
  3. Amodeo  G, Trusso MA, Fagiolini A. Depression and Inflammation: Disentangling a Clear Yet Complex and Multifaceted Link. 2017;7;(4):448-457.
  4. Miller AH. Five Things to Know About Inflammation and Depression. Psychiatric Times. 2018;35(4)
  5. Berk M, Williams LJ, Jacka FN, O’Neil A, Pasco JA, Moylan S, Allen NB, Stuart AL, Hayley AC, Byrne ML, Maes M. So depression is an inflammatory disease, but where does the inflammation come from? BMC Med. 2013 Sep 12;11:200.
  6. Lee CH, Giuliani F. The Role of Inflammation in Depression and Fatigue. Front Immunol. 2019 Jul 19;10:1696.
  7. Erazo R. Depresión e inflamación: ¿Una relación más allá del azar? Revista Médica Clínica Las Condes. 2020;31(2):188-196.
  8. Raison CL, Miller AH. Is depression an inflammatory disorder? Curr Psychiatry Rep. 2011 Dec;13(6):467-475.
  9. Soria V, Uribe J, Salvat-Pujol N, Palao D, Menchón JM, Labad J. Psychoneuroimmunology of mental disorders. Rev Psiquiatr Salud Ment. 2018 Apr-Jun;11(2):115-124.
  10. El sistema inmune es el séptimo sentido del cerebro. Ventana al cerebro por Cátedra en Neurociencia. [Consultado el 24.05.2021]. Disponible en: https://abcblogs.abc.es/ventana-cerebro/entrevistas/el-sistema-inmune-es-el-septimo-sentido-del-cerebro-2.html.
  11. El origen ­inflamatorio de la depresión. Investigación y ciencia. [Consultado el 24.05.2021]. Disponible en: https://www.investigacionyciencia.es/revistas/mente-y-cerebro/las-otras-causas-de-la-depresin-779/el-origen-inflamatorio-de-la-depresin-17835.
  12. La neuroinflamación o la teoría inflamatoria de la depresión. [Consultado el 24.05.2021]. Disponible en: https://lamenteesmaravillosa.com/la-teoria-inflamatoria-de-la-depresion-y-los-niveles-bajos-de-serotonina/.

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