Las articulaciones de nuestro cuerpo funcionan como bisagras: nos permiten movernos con suavidad, sostener el peso y adaptarnos a cada gesto de la vida diaria. Pero cuando esas bisagras se desgastan, comienzan a chirriar, pierden su amortiguación, cada movimiento puede convertirse en dolor. Eso es lo que sucede en la artrosis, una enfermedad en la que la inflamación desempeña un papel clave.
¿Qué ocurre en la artrosis?
El cartílago articular es un tejido elástico que recubre los extremos de los huesos, evitando que rocen entre sí. Cuando este empieza a deteriorarse, se desencadena el siguiente proceso:
- El cartílago pierde grosor y capacidad de amortiguación.
- Fragmentos de cartílago pueden desprenderse y desencadenar inflamación dentro de la articulación.
- El hueso queda expuesto y responde creando osteofitos (espolones óseos), que aumentan el dolor y la rigidez.
Así, se inicia un círculo vicioso en el que desgaste e inflamación se retroalimentan, dificultando cada vez más la movilidad.
La inflamación como motor de la artrosis
Durante mucho tiempo se consideró que la artrosis era solo un “desgaste mecánico”. Hoy sabemos que la inflamación es uno de los principales motores de su progresión y que, lejos de ser solo una reacción secundaria, puede acelerar el daño articular desde etapas tempranas.
Cuando el cartílago empieza a desgastarse, las células de la articulación liberan moléculas inflamatorias conocidas como citoquinas (IL-1, TNF-α, IL-6, entre otras). Estas citoquinas cumplen inicialmente una función protectora: alertan al sistema inmunitario y buscan reparar el tejido dañado. Sin embargo, si la inflamación se mantiene de manera crónica:
- El cartílago se degrada más rápido: las citoquinas inhiben la producción de colágeno y proteoglicanos, elementos esenciales para la elasticidad y resistencia del cartílago.
- El hueso subcondral responde de forma reactiva: la inflamación estimula la formación de osteofitos, que son espolones óseos dolorosos y rígidos.
- La membrana sinovial se engrosa e irrita: se inflama y produce líquido sinovial con mediadores proinflamatorios, aumentando dolor y limitación del movimiento.
- El sistema inmunitario puede perder su equilibrio: en lugar de proteger la articulación, contribuye al deterioro si no regula adecuadamente la respuesta inflamatoria, creando un círculo vicioso de daño y dolor.
En este contexto, la artrosis deja de ser únicamente un “desgaste por uso” y se convierte en un proceso activo. Esto explica por qué algunas personas con un desgaste articular moderado sienten más dolor que otras con daños más evidentes: la intensidad de la inflamación marca la diferencia.
Además, el tipo de inflamación que acompaña a la artrosis no siempre es evidente en análisis de sangre: a menudo se trata de un estado inflamatorio local y de bajo grado, que puede pasar desapercibido pero que, a largo plazo, acelera el deterioro de las articulaciones. Por eso, estrategias como la microinmunoterapia, que buscan modular la inflamación desde dentro, pueden ayudar activamente en las estrategias destinadas a aliviar el dolor y frenar el avance de la enfermedad.
Factores de riesgo que aceleran el desgaste
El envejecimiento natural es un factor importante, pero no el único. Existen elementos que hacen que esas “bisagras” se estropeen más rápido:
- Edad y género: el riesgo de artrosis aumenta a partir de los 50 años y es más alto en mujeres, sobre todo tras la menopausia, debido a los cambios hormonales que afectan al cartílago y al hueso.
- Sobrepeso y obesidad: cada kilogramo extra ejerce presión adicional sobre rodillas, caderas y columna. Además, el tejido graso produce moléculas inflamatorias que aceleran el deterioro articular.
- Lesiones previas o microtraumatismos repetidos: una fractura, un esguince mal curado o años de deporte de impacto (fútbol, running, baloncesto) pueden dañar la articulación y favorecer la artrosis temprana. También ocurre en trabajos que implican movimientos repetitivos o carga excesiva.
- Síndrome metabólico: hipertensión, diabetes tipo 2, colesterol y triglicéridos elevados generan inflamación de bajo grado en todo el organismo. Esto aumenta el riesgo de artrosis incluso en articulaciones no sobrecargadas.
- Predisposición genética o alteraciones anatómicas: algunas personas nacen con articulaciones que las hacen más vulnerables al desgaste. También puede influir la hiperlaxitud o el mal alineamiento de rodillas y pies.
Conociendo estos factores, la microinmunoterapia no solo puede ejercer un papel terapéutico, sino también preventivo, ya que puede ser recomendada a personas con riesgo elevado de artrosis para modular la inflamación de bajo grado, y así ayudar a mantener el equilibrio inmunitario y retrasar la aparición de síntomas.
Cómo aliviar el dolor y proteger las articulaciones
El tratamiento de la artrosis no se centra únicamente en calmar el dolor, sino en mejorar la calidad de vida y ralentizar la progresión:
- Ejercicio adaptado: caminar, nadar o hacer bicicleta estática ayuda a mantener la movilidad.
- Control del peso: perder peso reduce la carga y la inflamación asociada al tejido graso.
- Alimentación antiinflamatoria: frutas, verduras, legumbres, frutos secos y pescado azul.
- Fitoterapia y suplementos: plantas como el harpagófito o la cúrcuma pueden ser buenas aliadas antiinflamatorias.
- Microinmunoterapia: integrada en este enfoque, busca modular la inflamación y restablecer la comunicación inmunitaria, actuando sobre el origen del problema y no solo sobre los síntomas.
Las distintas caras de la artrosis
La artrosis no se presenta siempre de la misma manera. En algunos casos aparece tras un golpe o una lesión concreta: hablamos de artrosis postraumática, frecuente en personas jóvenes y en deportistas. Aquí, la inflamación se activa inicialmente como un intento de reparación, pero si no se regula, acaba acelerando el deterioro del cartílago.
En otros pacientes, la enfermedad surge de manera más silenciosa y ligada al paso de los años. Es la llamada artrosis asociada a la edad, en la que los cambios celulares propios del envejecimiento (como la acumulación de células senescentes o la liberación de mediadores inflamatorios) hacen que el cartílago pierda elasticidad y resistencia.
Existe también una forma de artrosis muy vinculada al estilo de vida actual: la que aparece junto al síndrome metabólico. En estos casos, no es tanto el desgaste mecánico de la articulación lo que explica el problema, sino un estado inflamatorio de bajo grado generado por la obesidad, la diabetes, la hipertensión o las alteraciones del colesterol. Esa inflamación sistémica acaba afectando a las bisagras del cuerpo, debilitándolas incluso aunque no estén sometidas a grandes esfuerzos.
Conclusión
La artrosis es más que un simple “desgaste por uso”: es el resultado de un diálogo alterado entre cartílago, hueso, inflamación y sistema inmunitario. Entenderla así nos permite abrir la puerta a tratamientos que no solo calman los síntomas, sino que actúan en el origen del problema.
La microinmunoterapia, al modular la inflamación desde dentro, se presenta como una herramienta que puede mejorar la vida de quienes ya conviven con la artrosis, pero también como una estrategia de prevención en personas con factores de riesgo.
Preguntas frecuentes sobre artrosis
¿La artrosis siempre empeora con el tiempo?
La progresión es variable: en algunas personas avanza rápido, en otras se mantiene estable durante años. Cuidar la inflamación puede marcar la diferencia.
¿Puedo prevenir la artrosis si tengo antecedentes familiares?
No es posible evitar por completo el riesgo genético, pero mantener un peso saludable, hacer ejercicio y regular la inflamación puede retrasar su aparición.
¿La microinmunoterapia puede sustituir a los analgésicos?
No los sustituye, sino que actúa de manera complementaria. Mientras los analgésicos alivian el dolor, la microinmunoterapia aborda el origen inmunológico de la inflamación.
¿Existen diferencias entre artrosis y artritis?
Sí, la artritis es una inflamación autoinmune que ataca directamente la articulación, mientras que la artrosis es degenerativa, aunque la inflamación también interviene en su avance.
¿Se puede regenerar el cartílago?
Hoy no es posible regenerarlo por completo, pero sí ralentizar su desgaste y mejorar la función articular con un abordaje integral.